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Banderas

Fotos retroiluminadas

Foto Poemario
10 cajas de vinilo 7″
Impreso con tintas pigmentadas y montado sobre carton de montage 450 gr.
Serie única

Las piezas fueron realizadas para la exposición Sirenas, en la Sala Iniciarte de la ciudad de Málaga, comisariada por Silvia Álvarez, con las artistas Erika Pardo Skoug, Violeta Niebla, Florencia Rojas y Rocío Verdejo
del 3 de julio de 2014 – 31 de agosto de 2014

 

 

EL AGUA ES UNA LLAMA MOJADA  

 

“El arroyo de la sierra, me complace más que el mar.”  José Martí

 

No es arbitrario que el agua sea elemento primordial en la obra de Violeta Niebla. La Madre, que identificamos con el cuerpo matriz adquiere forma líquida, sinuosidad que abraza el costado de la ciudad natal de la artista. Los físicos de Mileto ya postularon la existencia de un “principio sensible” que cumplía dos roles fundamentales: de él estaban formadas todas las cosas y todo salía y volvía a su seno. Entendemos así el elemento primigénio como desnudez primera, inocencia; también ensoñación. Es por eso que que el agua dulce tiene supremacía. Pero, ¿supremacía sobre qué? Pues sobre el agua salada, el agua de mar. Esta es nuestra suposición, que también termina por creer que el mar es violencia.

 

La misma violencia a la que se someten los cuerpos fotografiados por la artista malagueña y en los que el elemento acuático subyace de una forma evidente a veces, otras menos. Los músculos tensionados en piezas como Drownie (2014) o Nadador (2014), plasman un estado de ánimo que parece latir bajo la piel marmórea. Desaparece la simetría y predominan las líneas sesgadas, en las que se multiplican los pliegues, los contrastes lumínicos o los puntos de vista, creando espectros contenedores de un ethos perturbador. Los rostros se esconden y el cuerpo en acción se torna protagonista en proyección “violenta” hacia el exterior, invadido por un haz de luz que no deja de estar presente, pues la materia no es más que luz atrapada. Los destellos luminosos atraviesan la carne o emanan de ella, no podemos saber su dirección.

De gran importancia sobre las ideas contemporáneas en torno al cuerpo y su sexo fue la interpreta- ción desarrollada a partir de la propuesta originaria de Descartes, por parte de la visión ilustrada de la modernidad. Esta asignó el dominio del aspecto racional al género masculino, marcando su divor-

cio con la corporeidad, por ende asignada a la mujer. Pero si algo queda claro es que esa dicotomía excluyente no contribuye a un entendimiento del mismo en toda su complejidad. El cuerpo humano cobra forma y sentido en el seno de los variados y complejos procesos sociales en los que participa. Así, nuestra carne es una realidad física en continuo proceso de recreación metafórica, como bien apuntaba Ortega y Gasset, el hombre es ese “animal fantástico” creador de metáforas que contribuyen a la creación del sentido de su realidad y de él mismo.

 

En la época del hombre con cascos, presente y ausente a través del hilo musical, la artista acude a la  la música y su concepción como metáfora a través de su geometría basada en el sistema de líneas y puntos de la notación diastemática y sus principios de ordenación, proporción y periodicidad para abrir transiciones conceptuales a través de una instalación conformada por un tocadiscos acompañado de una colección de vinilos. De esta forma materializa el pasaje del registro auditivo al registro visual, evidenciando la competencia entre ojo y oído que genera conflictos de temporalidad y de espacialidad. Lo más secreto sólo puede expresarse a través de la música, siendo en ese sentido un medio supra-racional capaz de permitirnos acceder a las capas más profundas de la existencia.

 

Se nos antoja interesante, respecto a la música y su capacidad performativa, acudir a Peter Sloterdijk, que apunta una teoría muy interesante:

 

«El fundamento misterioso de la irresistibilidad de las sirenas –escribe el filósofo alemán en el primer volumen de Esferas- está en la circunstancia de que jamás interpretan su propio repertorio, sino sólo y siempre, la música del pasante. Si las sirenas encontraron víctimas entusiasmadas en todos los oyentes hasta Ulises, fue porque cantan desde el lugar del oyente. Su secreto es que interpretan exactamente las canciones en las que anhela precipitarse el oído del pasante. Por ello, el canto sirénico no sólo actúa sobre el sujeto conmoviéndolo desde fuera. Resuena, más bien, como si se llevara a cabo a través de él, consumadamente y como por primera vez, la conmoción más propia e íntima del sujeto, que entonces se decide a expresarse. Las sirenas son videntes melódicas».

Texto de Silvia Álvarez Mena sobre el trabajo de Violeta Niebla para la exposición Sirenas